Opinião

Crónica Salamanca
La Universidad Pública no es un lujo

Hernandez DiazHace pocas semanas se publicaba en la prensa nacional, en papel y en digital, un preocupante informe relativo a la financiación de las universidades públicas de España. Según este documentado estudio, desde 2010 a 2013 las universidades públicas españolas han visto disminuir sus presupuestos en un 13.7% . Los ámbitos y partidas más afectados han sido las inversiones (nuevas construcciones, dotación y arreglos de edificios para docencia e investigación) y el capítulo de personal, las plantillas, tanto de profesores y personal investigador de todas clases como de personal auxiliar y de servicios.

  Como ya hemos advertido en otras ocasiones en esta columna, venimos asistiendo en estos últimos cinco años a un desmantelamiento progresivo, contumaz y perverso de la universidad pública, aduciendo unas veces que es el resultado a secas de los efectos de la crisis, y manifestando demagógicamente en otras ocasiones que lo que se hace desde el gobierno central y las administraciones autonómicas es para poner orden en plantillas de profesores infladas y en mala gestión del dinero en la vida cotidiana de las universidades.

  No sirve de consuelo para nadie conocer que prácticas corrosivas de lo público equivalentes se están llevando a cabo en las polñiticas educativas de otros paises del entorno, en especial en la Europa del Sur. Pero esto nos reafirma en la idea compartida por otros muchos ensayistas y analistas del tema universitario, que asistimos a un ataque total y progresivo hacia las universidades públicas, hacia el modelo de universidad dominante en Europa hasta hace muy pocos años, y en la mayoría de los paises.

  El falaz argumento neoconservador y ultraliberal (estilo american way) incide en aplicar modelos empresariales de rentabilidad y gestión a las universidades, como si fueran empresas, cuando ni lo son, ni lo han sido, ni lo deben y pueden ser desde una lectura de intereses colectivos. Porque, ante todo, la educación, y la universidad pública en sus diferentes variantes deben ser entendidas como servicio público, lo que no exime de llevar adelante una correcta y transparente gestión de los recursos económicos que le han sido atribuidos, delegados, asignados o conseguidos desde su propia capacidad.

  Lo decimos así, con convicción y rotundidad, porque la universidad pública nace y se mantiene desde hace siglos como la principal  institución formadora de los profesionales de alto rango que precisa la administración del Estado y la vida económica y social de los ciudadanos, y por esa vía puede también erigirse en un instrumento privilegiado para mejorar los desfases de desigualdad que puedan existir en la sociedad. Así ocurre desde el siglo XIII en la mayoría de las universidades europeas (por ejemplo en Salamanca o Coimbra), o desde lo que promueve el modelo francés de universidad en los inicios del XIX, o del tipo de oferta formativa que ofrece el modelo anglosajón de educación superior para impulsar la actividad económica y la vida social.

  Afirmamos con contundencia que la misión que tiene la universidad de generar conocimiento, de ahondar y mejorar el avance científico, asunto reconocido en el modelo de universidad de Humboldt en Alemania, ya desde los inicios del siglo XIX, y progresivamente presente en muchas de las mejores universidades de todo el mundo, debe continuar estando al servicio de los intereses colectivos, no el de unos pocos. ¡Pobre de aquel pais que no sea capaz de ofrecer investigación solvente en diferentes ámbitos de la ciencia! Si se mantiene siempre sumiso y dependiente en el avance cientifico va ver hipotecada su autonomía de pensamiento y de desarrollo económico y social. El premio Nobel de Medicina, el español Santiago Ramón y Cajal, no dudó nunca de la importancia estratégica que siempre iba a desempeñar la ciencia en el avance y en el imaginario de un pais.

  Decimos , además, con énfasis, como lo proclamaban entre nosotros Francisco Giner de los Rios, José Ortega y Gasset, Unamuno, y otros intelectuales mas, que la universidad de todos, la pública,  debe ejercer una proyección difusora de cultura en el entorno próximo, y que sus miembros debían procurar la mayor proyección posible en un mundo sin fronteras, porque la ciencia debe ser universal, y la cultura del máximo nivel debe irradiar a todos los rincones de un pais, o del mundo, más aun pensando en dimensiones globalizadoras, como las que aparecen hoy más evidentes aun . Existe un deber explicito o también oculto, pero real y moralmente necesario, de difundir la cultura y la ciencia, en todas sus expresiones, entre todos los niveles sociales más próximos, pero también en todos los sectores de un mundo que al fin es más pequeño de lo que pensamos en términos culturales. Existe, pues, una responsabilidad moral y cultural que va mucho mas allá de los limites que establecen las aulas y los institutos de investigación de un organismo universitario vivo.

  Las universidades públicas tienen entre nosotros otra responsabilidad, que se reconoce día a día, como es la de crear y fomentar la innovación tecnológica y económica, porque poseen la principal masa crítica capaz de hacerlo. Y ya sabemos que la tecnología es hoy una de las claves de la posición que ha de ocupar un pais en el concierto internacional. Nuestras universidades públicas han de ser capaces de promover políticas de impulso tecnológico y de desarrollo científico y económico como los parques cientificos y tecnológicos, los viveros de empresas, las incubadoras de investigadores, el fomento de empresas spin-off derivadas de los grupos de investigación más potentes,  y de promover relaciones más intensas con todo tipo de empresas del tejido social.

  Finalmente, una universidad pública debe ser capaz de generar empleo de muy diferente signo dentro y fuera del ámbito universitario, mayor bienestar económico y social en su proximidad, fomento del consumo en diferentes sectores, fijación de población en su territorio de influencia.

  Por todas estas razones, que emanan de las funciones y misiones de una universidad pública, consideramos que la universidad pública, la de todos , no es un lujo, no es algo superfluo de lo que se pueda prescindir sin problema, que pueda desactivarse como una máquina inservible, sino que es una necesidad social y científica reconocida.

  Por ello nos resulta tan preocupante este afán neoliberal de nuestros gobernantes de querer destruir y desmantelar poco a poco la universidad publica, la de todos. Atacar la universidad pública es pretender corroer la capacidad de bombeo de sangre que precisa el corazón de nuestra sociedad, es buscar achicar y convertir en enfermizo y dependiente el organismo social, es buscar debilitar su salud, es procurar sociedades enfermizas y dependientes al fin.

  Y nosotros apostamos por el bienestar y la salud social pública defendiendo nuestra universidad, la de todos, la pública, porque es una necesidad social.

 
 
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