Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
La consecuencia inmediata del quinto
principio de la Evaluación para el Aprendizaje se desprende de una
manera casi automática, tal como te comentaba en mi carta anterior.
El sexto principio dice así: La Evaluación para el Aprendizaje
debería tener en cuenta la importancia de la motivación del
aprendiz.
No cabe duda que nuestro ejercicio
profesional, como profesores, está vinculado a nuestra motivación
para la educación de nuestros alumnos. Yo creo que nadie resistiría
la dura tarea de educar, a diario, a un conjunto de alumnos tal
como lo hacemos nosotros porque tenemos "vocación" para ello.
Frente a esta realidad encontramos
la "otra realidad", es decir, el conjunto de alumnos que, en cierta
parte, carecen de motivación.
Una de las virtudes, precisamente,
de la Evaluación para el Aprendizaje consiste en su capacidad para
fomentar la motivación de los alumnos, al enfatizar los avances y
los logros en lugar del fracaso. Pero la realidad del sistema
educativo actual es que fomenta más el fracaso que el logro de los
estudiantes, simplemente por el hecho de establecer comparaciones
entre ellos. La comparación social, sobre todo cuando se hace
pública y "oficial" (en definitiva, sancionadora), es uno de los
grandes obstáculos para el progreso de los alumnos desde el punto
de vista de su desarrollo tanto personal como académico. Si los
educadores cambiamos de perspectiva y, en consecuencia, procedemos
a no comparar unos alumnos con otros y a establecer únicamente un
camino de progreso para cada estudiante, entraremos en el camino
correcto. En este caso, la comparación no se hace con otros (norma
de grupo) sino con el propio alumno en función de su progreso, es
decir, de lo que ha conseguido en un momento determinado y de lo
que le falta por conseguir en el futuro.
Sólo así conseguiremos evitar que
los alumnos entren en la "sensación de derrota" ante tanta
comparación negativa. La derrota y la frustración continuadas
conducen a la indefensión aprendida, es decir, a la aceptación de
la incapacidad para seguir aprendiendo, con lo que se corta, de
golpe, toda posibilidad de mejora y progreso en el futuro. La
consecuencia inmediata es la contribución al desarrollo de una
persona totalmente desmotivada y deseosa de salir, cuanto antes, de
la "cárcel" de la escuela en la que se siente incómoda y, a veces,
angustiada.
Otro de los aspectos positivos de la
Evaluación para el Aprendizaje, aparte de su capacidad de fomentar
el progreso, en lugar del fracaso, es que está diseñada y se
desarrolla en función del respeto y promoción de la autonomía de
los estudiantes. Con esto, al promover la Evaluación del
Aprendizaje, los educadores contribuyen de manera decisiva a la
formación de los alumnos como futuros profesionales, abiertos a la
resolución, por su propia cuenta, de cualquier tipo de problemas,
sin experimentar la inseguridad, e incluso la ansiedad, que genera
el hecho de depender de los profesores para poder proceder a la
ejecución de tareas o a la resolución de problemas careciendo de la
habilidad necesaria para el manejo de la incertidumbre que encierra
cualquier tarea o cualquier situación problemática.
Te confieso que siempre me ha
preocupado esto: conseguir que mis alumnos se independicen (en la
medida de su madurez evolutiva) de la "necesaria" guía del docente,
asumiendo su propia responsabilidad y llegando, a la larga, a
constituirse en auténticos "autodidactas". Te recuerdo que, en
alguna ocasión pasada, yo te expresaba mi opinión de que los
profesores no debemos "arrastrar el carro", sino "acompañar a los
alumnos" cuando ellos arrastren el carro con todas sus fuerzas y su
ilusión. Si conseguimos esto, no tengo la menor duda de que seremos
felices, tanto ellos como nosotros, y, en consecuencia, nos
encontraremos cada vez más satisfechos, tanto ellos como nosotros,
con la labor realizada.
Como verás, sigo defendiendo que es
preferible la auto-motivación que la hetero-motivación de los
alumnos.
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.