Opinião

crónica salamanca
Novatadas en la Universidad

Hernandez DiazHace escasas semanas han comenzado los nuevos cursos académicos en nuestras universidades, con discursos a veces engolados, en ocasiones con ceremoniales de ascendencia medieval y eclesiástica, con los rituales del ciclo anual, reiterados de forma centenaria. Lo diferente es que desde hace pocos años todo ello se produce en un nuevo clima, dentro de una terrible crisis económica, institucional, y seguramente la más de fondo, de valores, como es posible que hace mucho tiempo no conoce la institución universitaria española (presupongo que el caso de referencia podría extenderse a otras europeas, principalmente del entorno latino y mediterráneo).

Con todo, lo más destacado del inicio de la actividad lectiva es que llegan a las aulas miles de jóvenes después de las vacaciones, y entonces la universidad comienza a ser de nuevo universidad. Es decir, que los claustros, pasillos y despachos, anfiteatros, aulas y paraninfos, bibliotecas y laboratorios, carecían durante algunos meses de la presencia de quienes son el alma real de la universidad, desde los ya lejanos orígenes de esta centenaria institución, los estudiantes. En los ambientes académicos con frecuencia se insiste en la investigación de los profesores universitarios, en su producción científica, y lo aplaudimos en la medida que ello pueda significar impulsar el espíritu de creación e innovación del conocimiento, y su difusión posterior. Pero lo que realmente da a la universidad poso, y el estilo de establecimiento docente y formativo, es la relación entre profesores y estudiantes, entre maestros y discípulos.

En las últimas semanas del mes de septiembre, es cierto, se incorporan casi en sincronía, en la Universidad de Salamanca por ejemplo, varios miles de estudiantes, una masa próxima a los cuarenta mil, entre todas las titulaciones, ciclos y niveles. Un número superior a los cinco mil lo hace por primera vez, y se distribuye en diferentes facultades, escuelas, institutos de investigación y centros de estudio. La mayoría de ellos, al menos en esta universidad, procede de fuera de la ciudad, y suele vivir en pisos compartidos entre cuatro o cinco compañeros (o simplemente conocidos que se ponen de acuerdo por razones económicas), en residencias universitarias, en colegios mayores.

Como consecuencia de esta presencia de miles de nuevos inquilinos, todos jóvenes para más señas, y con espacios de libertad personal por delante, los ambientes de la ciudad de Salamanca cambian de imagen de manera evidente. La ciudad se convierte en un reclamo bullicioso de espíritu juvenil, expresividad, ganas de diversión, cultivo de la sociabilidad en lugares propios, en marcos donde reina la alegría, el consumo de música y licores, se practica la picaresca, las relaciones sociales se afianzan, se construyen otras de tipo afectivo, donde las relaciones sexuales se admiten con relativa facilidad, dentro del estilo de la época y de los valores que han asumido los jóvenes antes, al margen y más allá de la universidad. Quien siendo joven estudió en Salamanca puede dar fe de todo esto, respetando la experiencia e individualidad de cada uno.

Es verdad que Salamanca, ciudad universitaria prototípica en todo el mundo, como lo puedan ser de otra forma Oxford, Cambridge, Leyden, Bolonia, Coimbra, por mencionar algunas más, se erige en un reclamo añadido para los nuevos jóvenes estudiantes. La ciudad da juego a la formación y a la diversión, a la sociabilidad juvenil de los estudiantes, a la construcción de espacios propios de afirmación, diálogo y espíritu lúdico, y eso no es de ahora, a comienzos del siglo XXI.

La vida estudiantil de la Salamanca renacentista ha sido estudiada y valorada hace ya tiempo por autores como Luis Cortés, o Luis Enrique Rodríguez San Pedro, y buenos testimonios de ella quedan patentes en la literatura española del Siglo de Oro (las novelas Cervantes serían suficientes, pero son muchos más), emergiendo figuras como el tuno, el pícaro, con mil y una historias a las espaldas.

Más cerca de nosotros, por ejemplo el prestigioso jurista de Puerto Rico, R. Garzaro, nos describe en su "Colegio Mayor" la vida estudiantil salmantina que él mismo conoció en los años cincuenta del siglo XX, ambientes de cafés y tertulias, de colegios mayores, de actividades culturales y musicales, de lo que significaba ser estudiante universitario en Salamanca hace unos sesenta años.

Hoy han cambiado bastante las prácticas sociales, las dimensiones de la ciudad y de la universidad, pero se mantiene el fenómeno de llegada masiva de los estudiantes , en especial de los nuevos, a quienes se les llama "novatos" por parte de los "veteranos", aquellos que han superado el trance del primer año de vida en la universidad, residiendo en pisos, residencias, colegios.

En apariencia, y debiera ser así para disfrute de todos, la recepción jocosa a los nuevos inquilinos universitarios, que bien podríamos admitir como "novatada", debiera producirse en una ambiente de alegría, pérdida de algunas inhibiciones, fomento de la sociabilidad para los más jóvenes y bisoños, algo con lo que podemos estar de acuerdo. Vendría a ser una especie de rito de iniciación simpático y juvenil a la vida universitaria.

El problema se produce cuando la novatada se erige en un mecanismo de imposición por la fuerza, de forzar a los novatos a prácticas no asumidas e inmorales que exigen ser cumplidas por los llamados veteranos. Eso tiene muy poco de universitario, ninguna gracia, y mucho de cuartelero, carcelero y ambiente de internado represivo, que debe ser erradicado cuanto antes de las prácticas lúdicas y culturales de los universitarios. Algo de culpa de esas prácticas, y del arraigo alcanzado en ambientes juveniles, podemos encontrar en los modelos "universitarios" norteamericanos que tanto se nos pasa por la nariz en diferentes cadenas de televisión. Muchos de esos modelos juveniles, y sus prácticas sociales, importados de los USA, no son más que bazofia pura, incultura, miseria moral.

Hace unas semanas dos flamantes estudiantes "veteranos" golpearon violentamente a un "novato" en las calles de la ciudad porque no se sometió a las prácticas de novatada que sus colegas de mayor veteranía querían imponerle. Ha sido una lamentable noticia de violencia, falta de convivencia y espíritu lúdico y universitario. Con muy buen criterio, los responsables de colegios y residencias de la universidad han cortado en seco, y han expulsado de las instalaciones universitarias salmantinas a estos dos violentos que querían tomarse la justicia por su mano. Novatadas sí, pero con gracia, estilo, educación, "buen rollo", y sobre todo respeto hacia los estudiantes jóvenes que deseen (o no) participar en ese tipo de prácticas lúdicas, que también pueden resultar formativas (o no tanto en ocasiones).

 
 
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