Crónica Salamanca
Nuevas (aparentes y confusas) reformas en la universidad a la vista
Un refrán muy socorrido entre nosotros
dice así: "Cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata
moscas". Otras expresiones hablan de "jugar al despiste", "marear
la perdiz", o simplemente tratar de distraer la atención, cuando no
de engañar. A este JUEGO nos parece que está jugando de nuevo el
Ministerio de Educación de España con las universidades públicas,
porque a las privadas les interesa y mucho que el ruido sea grande,
que el follón sea aún mayor, y porque eso a ellas les
beneficia.
Hablamos de un rumor, y más que
eso, de un proyecto del Ministerio de Educación para volver a
entretener a las universidades en la reforma de planes de estudio,
porque ahora se les ocurre que la estructura de estudios de grado
(cuatro años) y máster (un año), no les va bien. Argumentan que en
varios países europeos utilizan el tres (grado) más dos (máster), y
no el cuatro más uno como en España. Dicen que hemos de adecuarnos,
y por lo tanto, de nuevo a enredar en montones de reuniones,
enfados, consensos, cesiones, y todo ello para repartirse nada.
Pero, eso sí, mientras tanto, estamos entretenidos, y enfrentados
con nuestros colegas, cuando apenas si se ha terminado de aplicar
el modelo anterior, y desde luego no ha sido evaluado.
Con el atrevimiento añadido de
ocultar que en muchos países están completamente hartos (como
nosotros) de un modelo ineficaz de organizar la enseñanza
universitaria desde el punto de vista científico, y buscan cambiar
cuanto antes hacia propuestas que se puedan parecer a los modelos
originarios de tipo más latino o alemán, y no precisamente el
impuesto de corte anglosajón, por las bravas.
Sinceramente, estamos cansados,
aburridos, enfadados de que nos tomen el pelo, de que piensen que
somos necios. Pero a los burócratas del Ministerio de Educación, y
al partido gobernante, les da igual, porque tienen muy claro hacia
dónde quieren encaminar la universidad pública y la educación
superior, hacia la degradación, y hacia un modelo de nuevo
elitista, para minorías, para grupos sociales que puedan pagarse
unas matrículas muy elevadas. Esto , además, se produce y propone
en plena y dura crisis social y económica, lo que resulta aún más
hiriente.
Analicemos la propuesta que nos
quieren hacer cumplir. Si una carrera de grado ahora precisa cuatro
años de financiación por parte del Estado (profesores,
instalaciones, medios), con la reducción a tres años, ese mismo
grado cuesta mucho menos al Estado. Si ahora el máster representa
una inversión muy elevada para los padres de los estudiantes, al
ser dos años de estudio, el gasto se va a disparar, y va a suponer
que miles de estudiantes dejen de optar a los estudios de máster.
Ya lo estamos viendo en el presente, cuando comprobamos que los
alumnos que acceden al máster son una minoría completa, y se trata
solamente de un año. En el momento en que el máster represente una
media de dos años, va a erigirse en un obstáculo insalvable para
miles de familias, que no podrán pagar los gastos de matrícula para
sus hijos. Eso sí, para el Estado este cambio aparentemente técnico
representa un ahorro impresionante de dinero en inversión
educativa, pero se lo carga a los ciudadanos. ¡Es una acción
desvergonzada! Es también poco democrática y de dudosa fiabilidad
técnica.
Por otra parte, y en el contexto
competitivo y de dificultad en obtener un puesto de trabajo en el
mercado laboral, no resulta difícil de comprender que en el futuro
próximo, el estudiante que solamente presente en un concurso un
título de grado de tres años, frente a otro con máster de dos, va a
disponer de escasas posibilidades.
Son varios los rectores de
universidades, muchos profesores y alumnos quienes nos oponemos a
tales proposiciones deshonestas, porque estamos cansados de que se
burlen de nosotros, de que nos tomen el pelo con tales
maniobras.
Si a ello añadimos que las
condiciones laborales y salariales son peores de día en día (más
alumnos por clase, más horas de clase, más asignaturas, salarios
congelados, creciente número de reuniones y actividades
burocráticas), crece en la comunidad universitaria el desasosiego,
la insatisfacción, y las ganas de los mayores por jubilarse y
abandonar el barco.
Pero vamos a ver, vamos a defender
lo que consideramos justo y adecuado, para la sociedad, los
estudiantes, los padres y los que formamos la comunidad
universitaria. Tendrán que imponer tales medidas, porque la razón
está de nuestra parte, al menos la razón moral, no la razón
pragmática de las grandes cifras que para nada contempla la vida
real de millones de afectados. Nos obligarán, sí (ya veremos), pero
no nos convencen con razones, porque la razón moral está de nuestra
parte, que es la del bien común de la mayoría de la sociedad.