Crónica salamanca
Elecciones a rector
La elección de Rector en una universidad
pública no es un juego de aprendices a políticos que emule a las
elecciones de diputados y senadores, de alcaldes y
concejales, aunque haya ciudadanos que observen así desde fuera el
proceso electoral de un establecimiento de educación superior, y
aunque a veces se adopte la fórmula de elección por representantes
en un claustro (que en ocasiones se aproxima a un
parlamento).
La elección de Rector en una universidad pública resulta
imprescindible en una institución que ha de estar al servicio de
los ciudadanos, que es pública, que se financia en buena medida con
dinero de todos, que fue creada por decisión de los representantes
del pueblo, ya sea éste del Estado Central, o en el Estado
Autonómico. Es decir, que la universidad pública no es una
empresa que se organiza y gestiona en función de obtener beneficios
y dividendos, para que tenga que ser rentable en estrictos términos
económicos. Es obvio que en nuestro mundo de comienzos del siglo
XXI en la mayor parte de países existen universidades privadas que
buscan dividendos, o sea, que tienen que ser rentables a
socios capitalistas que invirtieron dinero en esa empresa
universitaria, como pudieran haber invertido en una
agroalimentaria o de productos informáticos. Tales universidades se
rigen por los criterios del mercado, y están en su derecho de
actuar así, si fueron admitidas por los poderes públicos porque
cumplían los requisitos indispensables de la ley. Y por ello pueden
poner y quitar rector a su antojo, claro está.
La elección de Rector en una universidad pública debe ser un
ejercicio de pedagogía universitaria. Los valores que una
universidad debe transmitir a sus miembros, y ser capaz de
construir con ellos, sean éstos estudiantes, profesores o
personal de apoyo a la docencia y a la investigación, son las
normas de convivencia consensuadas por quienes gozan del beneficio
de la cultura, los criterios democráticos de actuación, la
transparencia en la gestión de los bienes públicos, las pautas de
conducta ciudadana que han de guiar la vida pública. Por ello los
procesos electorales que conducen al nombramiento final de un
Rector en la universidad pública deben caracterizarse por la
transparencia en los mensajes que se trasladan a la comunidad
universitaria, el respeto mutuo entre adversarios, la elegancia del
triunfo o de la derrota final.
La elección de Rector en una universidad pública debe tener
presente que los principales actores del día a día son los
profesores y estudiantes, por lo que todos ellos deben ser los
beneficiarios directos del proyecto de dirección que emprenda
la persona elegida para ejercer de rector. O sea, que congraciarse
en exceso con los políticos gobernantes, los empresarios, los
sindicatos, las fuerzas externas a la universidad, en
detrimento de quienes deben ser los beneficiarios directos,
resulta muy engañoso y al fin desleal hacia estos sectores. Pero la
escucha a quienes viven de cerca la universidad también es un
ejercicio de recomendable responsabilidad y
sindéresis.
La elección de Rector en una universidad pública debiera alejarse
de la feria de vanidades que toda exposición pública representa
para un candidato ante un elevado número de posibles electores, a
quienes los aspirantes deben convencer racionalmente, pero también
tocar sentimientos y movilizar emociones. La sociología electoral
sabe interpretar muy bien el grado tan elevado que el mundo de lo
intuitivo y emocional ocupa en la persona que ha de depositar un
voto secreto. En una universidad pública la honestidad de la
persona que se presenta como candidato y del mensaje que transmite
debe prevalecer sobre todo aquello que genere confusión,
ambivalencia y engaño de promesas que no se puedan cumplir.
La elección de Rector en una universidad pública es decisión
colectiva y democrática sobre la persona y el programa que
propone el candidato, pero es también aceptación de los miembros
del equipo que acompaña al aspirante en el viaje de gobierno de la
universidad durante cuatro años. Por ello casi nunca se trata de
una elección sobre personas aisladas, sino sobre equipos y
proyectos, que generan inevitables filias y fobias entre los
electores de la comunidad universitarias. Ahora bien, la figura del
Rector es siempre decisiva para garantizar la armonía y coherencia
entre sus colaboradores más próximos. El factor inteligencia
emocional es con frecuencia tan determinante como otras formas de
inteligencia para emprender un camino de gobierno que suele estar
lleno de obstáculos y trampas.
La elección de Rector de una universidad pública es una invitación
el ejercicio de la responsabilidad por parte de los electores, pero
también de todos aquellos organismos e instituciones del entorno,
que deben ver en el establecimiento de educación superior un ámbito
de colaboración formativa, más allá de observarlo como un cliente
al que exigir y someter. La sociedad civil debe tomar conciencia
del servicio que ofrece una universidad pública a la comunidad, con
independencia de que reporte beneficios derivados del consumo que
genera un establecimiento formado por miles de personas.
La elección de Rector de una universidad pública debe generar
esperanza en la mejora de las condiciones docentes y salariales de
estudiantes y profesores, en sus condiciones laborales y de
estudio, en quienes investigan y difunden la cultura en el entorno
próximo o en la comunidad internacional, en el ciudadano de a pie
que suele observar con expectativa todo lo que emana de una
institución casi siempre respetada como es la universidad.