Cartas desde la ilusión
Hemos comenzado un nuevo
curso y, como siempre, partimos desde la incertidumbre: ¿qué nos
sucederá este año académico que abrimos?
La pregunta, a pesar de ser
repetitiva y propia del comienzo de cada año escolar, este año
tiene tintes nuevos, ya que asistimos a una convulsión declarada en
el sistema educativo. El "problema" comenzó con la nueva ley, ha
seguido con los problemas derivados de su aplicación, y está
acabando por convertirse en un problema de personas, es decir, un
problema que afecta directamente al profesorado.
Estamos viviendo en una
sociedad que, en demasiadas ocasiones, pone en cuestión la labor
del profesorado, a la vez que no oferta ni promueve mejoras claras
de infraestructuras que puedan beneficiar al colectivo de los
educadores. Se nos piden cada vez nuevos esfuerzos, más dedicación,
mejor formación… pero todo depende de nosotros, sin que los
responsables últimos de la acción política en el ámbito de la
educación tengan una idea clara de qué es lo que se debe hacer para
afrontar los retos nuevos que se nos presentan año tras año.
Seguimos teniendo los mismos medios para abordar las exigencias
crecientes de una sociedad cada vez más distinta y, tal vez, más
distante…
No es que me invada el
pesimismo, en este momento, sino todo lo contrario. Me siento
optimista, porque creo en las personas, creo en los educadores y en
su capacidad para salir adelante a pesar de todos los obstáculos y
las dificultades que encuentren en su labor cada día. Estamos
hechos de un "material" distinto, casi diría que estamos hechos de
un material "incombustible". Esto es lo que potencia nuestra
vocación de educadores y nos lleva a mantener nuestro rumbo a pesar
de todo.
Pero también es cierto que,
de vez en cuando, necesitamos volver a vernos, a reunirnos, a
participar en sesiones de formación conjunta como antaño, cuando
podíamos disponer de una tarde y/o una mañana en la que, con motivo
de algún tema de formación particular, compartíamos nuestras
experiencias, nuestras opiniones, nuestras creencias en relación
con la actualidad y el futuro de la educación. Ahora, por lo que
toca a mi experiencia particular, al menos, lo que hacemos es
reunirnos, escuchar (o soportar) la "lección" de un especialista en
una materia determinada y salir del centro con la impresión de que
hemos seguido "cumpliendo" una tarea más.
Es una pena que haya sido la
propia Administración Pública quien haya degradado nuestras
prácticas de formación.
Es cierto que existe una
crisis profunda, en la que toda la responsabilidad recae sobre la
economía, pero en los momentos de crisis es cuando se deberían
hacer apuestas fuertes y decididas en función de las personas. Para
nuestros políticos, todo es, por desgracia, cuestión de dinero: por
regla general, es su escudo protector para no avanzar de manera
valiente aceptando el reto. Y la pena es que nosotros, como
personas, como individuos, poco podemos hacer, si no se nos
facilita la reunión, la reflexión, la búsqueda conjunta de nuevos
caminos y soluciones.
¿Estamos "atrapados" por la
situación?
A día de hoy me temo que es
la opinión y la vivencia de la mayoría de los educadores.
Dependemos del Estado y no tenemos (no nos ofrecen) los mecanismos
para volver a poner en funcionamiento una maquinaria oxidada que
necesita ser engrasada y puesta a punto cuanto antes.
A pesar de todo, saldremos
adelante y seguiremos manteniendo nuestra ilusión porque en
nuestras manos está el futuro de muchas personas que están en los
momentos más interesantes y cruciales de su desarrollo. Nosotros
somos conscientes de ello y estoy seguro de que no fallaremos. Por
eso, quiero que mi mensaje de hoy, al comienzo del nuevo curso, sea
de ánimo y de apoyo: que todos los educadores nos consideremos
apoyados unos en otros, y esto siga alimentando nuestra convicción
de que estamos respondiendo de manera maravillosa a los retos de
nuestra sociedad, a pesar de todas las dificultades y de todas las
oscuridades del camino.
Este apoyo nos lo daremos
unos a otros en nuestra comunidad de aprendizaje. Tal vez sea éste
el camino a seguir en los momentos de crisis tan amplia como
indeseable que estamos viviendo.
Mi deseo es que todos los
profesores decidiesen constituirse en comunidades de aprendizaje y
trabajar para que, aun sin el apoyo de la Administración Pública,
el sistema educativo siga adelante, progresando, mejorando y, sobre
todo, creando una red de entendimiento y comprensión que nos empuje
a continuar trabajando por el bien de nuestros alumnos, pero
también de nosotros mismos. ¡No lo olvidemos!
Como siempre, salud y
felicidad.