Opinião

Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaHemos comenzado un nuevo curso y, como siempre, partimos desde la incertidumbre: ¿qué nos sucederá este año académico que abrimos?

La pregunta, a pesar de ser repetitiva y propia del comienzo de cada año escolar, este año tiene tintes nuevos, ya que asistimos a una convulsión declarada en el sistema educativo. El "problema" comenzó con la nueva ley, ha seguido con los problemas derivados de su aplicación, y está acabando por convertirse en un problema de personas, es decir, un problema que afecta directamente al profesorado.

Estamos viviendo en una sociedad que, en demasiadas ocasiones, pone en cuestión la labor del profesorado, a la vez que no oferta ni promueve mejoras claras de infraestructuras que puedan beneficiar al colectivo de los educadores. Se nos piden cada vez nuevos esfuerzos, más dedicación, mejor formación… pero todo depende de nosotros, sin que los responsables últimos de la acción política en el ámbito de la educación tengan una idea clara de qué es lo que se debe hacer para afrontar los retos nuevos que se nos presentan año tras año. Seguimos teniendo los mismos medios para abordar las exigencias crecientes de una sociedad cada vez más distinta y, tal vez, más distante…

No es que me invada el pesimismo, en este momento, sino todo lo contrario. Me siento optimista, porque creo en las personas, creo en los educadores y en su capacidad para salir adelante a pesar de todos los obstáculos y las dificultades que encuentren en su labor cada día. Estamos hechos de un "material" distinto, casi diría que estamos hechos de un material "incombustible". Esto es lo que potencia nuestra vocación de educadores y nos lleva a mantener nuestro rumbo a pesar de todo.

Pero también es cierto que, de vez en cuando, necesitamos volver a vernos, a reunirnos, a participar en sesiones de formación conjunta como antaño, cuando podíamos disponer de una tarde y/o una mañana en la que, con motivo de algún tema de formación particular, compartíamos nuestras experiencias, nuestras opiniones, nuestras creencias en relación con la actualidad y el futuro de la educación. Ahora, por lo que toca a mi experiencia particular, al menos, lo que hacemos es reunirnos, escuchar (o soportar) la "lección" de un especialista en una materia determinada y salir del centro con la impresión de que hemos seguido "cumpliendo" una tarea más.

Es una pena que haya sido la propia Administración Pública quien haya degradado nuestras prácticas de formación.

Es cierto que existe una crisis profunda, en la que toda la responsabilidad recae sobre la economía, pero en los momentos de crisis es cuando se deberían hacer apuestas fuertes y decididas en función de las personas. Para nuestros políticos, todo es, por desgracia, cuestión de dinero: por regla general, es su escudo protector para no avanzar de manera valiente aceptando el reto. Y la pena es que nosotros, como personas, como individuos, poco podemos hacer, si no se nos facilita la reunión, la reflexión, la búsqueda conjunta de nuevos caminos y soluciones.

¿Estamos "atrapados" por la situación?

A día de hoy me temo que es la opinión y la vivencia de la mayoría de los educadores. Dependemos del Estado y no tenemos (no nos ofrecen) los mecanismos para volver a poner en funcionamiento una maquinaria oxidada que necesita ser engrasada y puesta a punto cuanto antes.

A pesar de todo, saldremos adelante y seguiremos manteniendo nuestra ilusión porque en nuestras manos está el futuro de muchas personas que están en los momentos más interesantes y cruciales de su desarrollo. Nosotros somos conscientes de ello y estoy seguro de que no fallaremos. Por eso, quiero que mi mensaje de hoy, al comienzo del nuevo curso, sea de ánimo y de apoyo: que todos los educadores nos consideremos apoyados unos en otros, y esto siga alimentando nuestra convicción de que estamos respondiendo de manera maravillosa a los retos de nuestra sociedad, a pesar de todas las dificultades y de todas las oscuridades del camino.

Este apoyo nos lo daremos unos a otros en nuestra comunidad de aprendizaje. Tal vez sea éste el camino a seguir en los momentos de crisis tan amplia como indeseable que estamos viviendo.

Mi deseo es que todos los profesores decidiesen constituirse en comunidades de aprendizaje y trabajar para que, aun sin el apoyo de la Administración Pública, el sistema educativo siga adelante, progresando, mejorando y, sobre todo, creando una red de entendimiento y comprensión que nos empuje a continuar trabajando por el bien de nuestros alumnos, pero también de nosotros mismos. ¡No lo olvidemos!

Como siempre, salud y felicidad.

 
 
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