crónica salamanca
Universidad Multinacional
El término "multinacional"
resulta para el lector de a pie un componente polisémico y con
frecuencia preocupante. Si se aplica a la universidad es probable
que la confusión se vea incrementada.
El adjetivo multinacional nos habla
de algo referido a varias o muchas naciones. Un equipo de fútbol
compuesto por jugadores procedentes de diferentes países es un
equipo multinacional. Un aula en que sus alumnos proceden de
diferentes naciones y continentes es un aula multinacional, y si
son varias hablamos de un centro educativo multinacional. Y así
podríamos proponer numerosos ejemplos más.
Multinacional, sin embargo, tiene
cada vez más entre nosotros una caracterización de nombre, de
sustantivo. Una multinacional es una empresa de grandes
dimensiones, pero con presencia de producción y mercado en varios
países, instalada en ellos de forma permanente, gozando a veces de
cierta autonomía de gestión respecto a la sede central,
generalmente ubicada en la nación de origen, aunque no siempre. La
presencia de esas grandes empresas multinacionales en otros países
tiene un explícito componente mercantil: vender más y más
fácilmente los productos que ofrece al consumidor, ampliar su
mercado cuanto más mejor. Es la mejor expresión del neocapitalismo
más incisivo y competitivo, una especie de neoimperialismo
económico,y desde luego que también científico e ideológico.
Pero hablemos ahora de la
universidad, que es lo que nos toca e interesa. ¿Qué se quiere
decir al utilizar el concepto "universidad multinacional"? Porque
la dimensión de universalidad docente e investigadora, y el
obligado carácter de apertura e internacionalidad han sido hasta
hoy una de las señas de identidad de una buena y prestigiosa
universidad. Lo más antagónico de universidad es cerrazón, es
limitación de saberes y cultivo de ciencias, es pobreza de
pensamiento libre y acotado, es localismo y provincianismo, es
incluso el nacionalismo exacerbado, porque todas estas categorías
se oponen a lo amplio y universal que forma parte de la esencia de
toda universidad, desde su origen mismo en la Europa de la Edad
Media. Una universidad mediocre es la cerrada, reducida en sus
saberes y ciencias, localista, provinciana, nacionalista, no
internacional. La historia de las mejores universidades nos
confirma que ellas fueron ( o son) reconocidas cuando proponen
amplitud de miras, ciencias y saberes, e internacionalidad en sus
prácticas docentes e investigadores, entre profesores y
estudiantes.
La universidad multinacional goza
de incondicionales adeptos, incluso de apóstoles de ese modelo. Por
ejemplo, el conocido periodista argentino Andres Oppenheimer no
cesa de argumentar a favor de esta especie de neocolonialismo
ideológico y universitario cuando apuesta para América Latina por
la vía de las universidades multinacionales de Estados Unidos. En
su libro, "¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el
pasado y las 12 claves del futuro" (2010), va ofreciendo constantes
comentarios sobre el avance de tales universidades multinacionales
en varios países de Asia (Singapur, Corea del Sur o China), que a
él le parecen modélicos en ese asunto, y lamenta mucho que los
gobiernos de América Latina no sean receptivos ante tan gloriosa
innovación, la universidad multinacional. Además de ello, por la
apuesta que hacen los países asiáticos citados por el ingenierías
en detrimento de los saberes humanísticos y ciencias sociales.
La universidad multinacional es un
hecho en todo el mundo. Podríamos entender que el ya conocido
modelo de universidades multicampus, que emerge en varios países
del mundo desde hace ya cincuenta años, y funciona con éxito, lo
que hace es expandirse más allá de las fronteras nacionales, con el
objeto de ampliar la oferta, y desde luego de abrir mercado, de
captar más estudiantes de educación superior, más recursos, más
matrículas, más éxito económico. Por ello parece muy lógico que
algunas grandes y prestigiosas universidades privadas sean las
principales promotoras y beneficiarias de este modelo de
universidad multinacional. Universidades de Estados Unidos, Reino
Unido y Australia "venden" títulos, diplomas, y el necesario
prestigio en países emergentes que quieren ser competitivos, o
instalan laboratorios menos costosos, de tal forma que en el año
2011 ya se han contabilizado 200 programas, o franquicias, de
universidades multinacionales que están instaladas en 67 países de
todo el mundo. Y parece que la tendencia no ha hecho más que
comenzar a arraigar, con lo que el futuro en este asunto ahora es
impredecible en cuanto a las magnitudes que pueda alcanzar en muy
pocos años.
Estas sucursales universitarias
captan al cliente en situ, con lo que van evitando que los
estudiantes tengan que visitar la universidad de origen. Ello
facilita que la obtención del diploma sea más barata, pero conlleva
riesgos formativos evidentes, en la medida que limita la
internacionalidad real de su formación y de la propia universidad
expedidora, y dificulta la impregnación en origen del estilo de ser
universitario en una universidad histórica y prestigiosa.
Y lo más preocupante aun es, en
nuestra opinión, esta reconversión en categorías neoimperialistas y
culturales que ejercen estas universidades sucursalistas que
adoptan un modelo empresarial y multinacional de forma casi siempre
acrítica. Desde luego que no hay que estar cerrados a la
posibilidad de que se instalen universidades de otros paises en
otro determinado, pero convendría que los gobiernos impusieran
determinadas condiciones de calidad en las actividades docentes e
investigadoras que promuevan. En el caso de formación universitaria
no vale aplicar sin más los criterios del mercado y la
productividad, porque las instituciones de educación superior no
son empresas, aunque algunos lo deseen así, y no tengan
inconveniente en adoptar linealmente un modelo de universidad
multinacional donde vean rentabilidad a la vista.