Opinião

CRÓNICA
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Espero que hayas disfrutado de las vacaciones veraniegas y que hayas "desconectado" durante todas estas últimas semanas.

Aprovechando este hecho, y desde la perspectiva de que yo también he conseguido desconectar, quiero hacer, o al menos iniciar, en esta carta, un alegato a favor del descanso.

Ya sabemos que el descanso afecta al cuerpo, pero, también, y sobre todo, a la mente. Es fundamental tener un "aire" de descanso siempre, porque si no hay descanso, el trabajo no puede resultar lo fructífero que todos deseamos.

Creo, en concreto, que manejar el descanso es una competencia que no figura entre las competencias que se proponen en los programas educativos como objetivo de consecución a lo largo del curso escolar.

Me dirás que para eso están los momentos de recreo, así como determinadas asignaturas, como la Educación Física (que parece centrarse más en los aspectos fisiológico-anatómicos) y otras que invitan a actividades más "placenteras" a priori para los alumnos, como son aquellas que pertenecen al área de la "Educación Plástica".

Acepto este planteamiento, pero creo que es insuficiente por varias razones que no voy a entrar a desgranar ahora (sólo quiero resaltar que el momento del recreo suele ser el de más fuerte carga emocional para los alumnos que padecen el bullying, con el estrés que esto supone y el desgaste total de la persona que implica).

Opino que se debería promover una competencia totalmente transversal como es la "capacidad de gestión del tiempo", tanto por parte de los profesores como de los alumnos.

Todos sabemos que una deficiente gestión del tiempo produce niveles más o menos elevados de estrés, con el consiguiente descenso de las capacidades de concentración y ejecución que las tareas educativas requieren. Y creo que esto es aplicable tanto a los alumnos como a los profesores.

Antes de comenzar las vacaciones veraniegas, leía un titular de prensa en el que un profesor de Universidad calificaba nuestra profesión como "altamente tóxica". Estoy completamente de acuerdo con este planteamiento y, en consecuencia, me atrevo a sugerir que, tal vez, sería interesante investigar los factores que producen la "toxicidad" tan elevada en nuestra práctica profesional educativa.

Una de las consecuencias de esta "toxicidad" es, sin duda, el desarrollo del síndrome de la/del profesora/or quemada/o (síndrome del "burnout"). Pero también es posible que encontremos elementos tóxicos en la vida académica de nuestros alumnos que les lleven a padecer el mismo síndrome del burnout, así como el de la indefensión aprendida para el rendimiento académico, el estrés producido por la sobre-motivación para conseguir los mejores resultados académicos, etc.

Pero, ya que estamos hablando de descanso, no quiero cansarte más por esta vez, por lo que espero que podamos retomar este tema (que, sin duda, tiene amplias repercusiones psicológicas en el funcionamiento de las personas tanto docentes como aprendices) en los próximos meses.

Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
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