CRÓNICA
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
Espero que hayas disfrutado de las
vacaciones veraniegas y que hayas "desconectado" durante todas
estas últimas semanas.
Aprovechando este hecho, y desde la
perspectiva de que yo también he conseguido desconectar, quiero
hacer, o al menos iniciar, en esta carta, un alegato a favor del
descanso.
Ya sabemos que el descanso afecta
al cuerpo, pero, también, y sobre todo, a la mente. Es fundamental
tener un "aire" de descanso siempre, porque si no hay descanso, el
trabajo no puede resultar lo fructífero que todos deseamos.
Creo, en concreto, que manejar el
descanso es una competencia que no figura entre las competencias
que se proponen en los programas educativos como objetivo de
consecución a lo largo del curso escolar.
Me dirás que para eso están los
momentos de recreo, así como determinadas asignaturas, como la
Educación Física (que parece centrarse más en los aspectos
fisiológico-anatómicos) y otras que invitan a actividades más
"placenteras" a priori para los alumnos, como son aquellas que
pertenecen al área de la "Educación Plástica".
Acepto este planteamiento, pero
creo que es insuficiente por varias razones que no voy a entrar a
desgranar ahora (sólo quiero resaltar que el momento del recreo
suele ser el de más fuerte carga emocional para los alumnos que
padecen el bullying, con el estrés que esto supone y el desgaste
total de la persona que implica).
Opino que se debería promover una
competencia totalmente transversal como es la "capacidad de gestión
del tiempo", tanto por parte de los profesores como de los
alumnos.
Todos sabemos que una deficiente
gestión del tiempo produce niveles más o menos elevados de estrés,
con el consiguiente descenso de las capacidades de concentración y
ejecución que las tareas educativas requieren. Y creo que esto es
aplicable tanto a los alumnos como a los profesores.
Antes de comenzar las vacaciones
veraniegas, leía un titular de prensa en el que un profesor de
Universidad calificaba nuestra profesión como "altamente tóxica".
Estoy completamente de acuerdo con este planteamiento y, en
consecuencia, me atrevo a sugerir que, tal vez, sería interesante
investigar los factores que producen la "toxicidad" tan elevada en
nuestra práctica profesional educativa.
Una de las consecuencias de esta
"toxicidad" es, sin duda, el desarrollo del síndrome de la/del
profesora/or quemada/o (síndrome del "burnout"). Pero también es
posible que encontremos elementos tóxicos en la vida académica de
nuestros alumnos que les lleven a padecer el mismo síndrome del
burnout, así como el de la indefensión aprendida para el
rendimiento académico, el estrés producido por la sobre-motivación
para conseguir los mejores resultados académicos, etc.
Pero, ya que estamos hablando de
descanso, no quiero cansarte más por esta vez, por lo que espero
que podamos retomar este tema (que, sin duda, tiene amplias
repercusiones psicológicas en el funcionamiento de las personas
tanto docentes como aprendices) en los próximos meses.
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.