Opinião

crónica salamanca

Hernandez DiazLa elaboración y propuesta de una universidad transversal es uno de los conceptos más genuinamente universitarios, por la dimensión de universalidad que encierra. Ya sabemos que la condición de "universitas", desde su origen, representa abrazo, ampliación, extensión, y nunca cerrazón y marcha en una sola dirección.

Las primeras "universitates" de la Baja Edad Media (Bolonia, Paris, Oxford, Salamanca) se proponen como criterio de organización la recepción de muchas procedencias de estudiantes y profesores, de muchas corporaciones y universitates, en un entonces envidiable régimen de autonomía. Es cierto que eran pequeñas corporaciones, y con objetivos muy limitados.

Pronto serán los emergentes estados nacionales los que consideren que la universidad podría convertirse en un instrumento formidable de poder, de formación de las élites dirigentes a su servicio. La construcción de los estados-nación va a llevar a las diversidades a una dependencia y polarización hacia su nación, y ya sabemos que todo nacionalismo es excluyente. Por tanto, ese concepto de universidad tiende con el tiempo a ser igualmente excluyente de los de fuera, de los que no pertenecen al sector social dominante, de los que piensan y creen de otra manera distinta a la "oficial".

Otro tipo de universidades nacieron desde la exclusión al adversario, por razones religiosas en su día, o polìticas también en otros casos. El ejemplo de la Alemania de los siglos XVI-XVII , donde se crean universidades protestantes (reforma) y enfrente las católicas (contrarreforma), nos parece paradigmático de lo que no debiera convertirse para nadie en modelo de universidad, que por principio debe defender la amplitud, la libertad, la universalidad.

Al paso de los años y de los siglos han ido evolucionando los modelos de universidad en todo el mundo, pero persisten ciertas perversiones respecto al concepto originario de universidad. Por ello, todos sabemos, por ejemplo en España, que existen universidades "nacionalistas", aun siendo públicas, universidades confesionales, y desde luego universidades privadas muy clasistas por el grado de selección económica que imponen a los estudiantes que desean estudiar en ellas. Ello es así en buena parte del mundo, en todos los continentes, salvo en las dictaduras estrictas, donde solo es posible una universidad estatalista y nacionalista.

Si la transversalidad representa ante todo la idea de superar, de ir más allá, de abrir nuevos caminos, tales conceptos de universidades restringidas en realidad reniegan de ser universidades en sentido pleno.

Pero por fortuna en muchos paises también crece un concepto rico de universidad transversal, que busca superar la restricción de un pais, de una confesión religiosa o la de los elevados costes de matrícula. Por esto crecen los programas académicos multiculturales, inclusivos, aconfesionales, de apoyo a estudiantes con discapacidad física, los sistemas de apoyo social a los estudiantes con precarias condiciones económicas, y muchos otros proyectos que procuran generar lazos de creciente relación internacional. El conocido programa Erasmus representa un avance sustancial en esta dirección, a pesar de los recortes y dificultades que en ocasiones encuentran los beneficiarios del programa estrella europeo.

En otros contextos internacionales la defensa de universidades que buscan trascender las pautas del modelo elitista de educación superior ha permitido que comiencen a llegar a la universidad a jóvenes estudiantes de etnias indígenas, de poblaciones negras, de sectores marginales.

Una universidad en esencia debe ser transversal, abierta, receptora, y lo ha de ser en sus principios, y sobre todo en sus programas académicos, en el currículo, en la sensibilidad para acoger estudiantes y profesores de diferentes procedencias, lenguas, tradiciones religiosas y culturas.

Cada universidad transversal debe ofrecer servicios de apoyo que incluyan a quienes se acercan, pero respeten sus identidades. Y lo ha de hacer también en actividades formativas complementarias de las carreras, impulsando una formación humanista y armónica, capaz de fomentar la ciudadanía mundial en un proceso permanente de sensibilización y apoyo a iniciativas con buenas prácticas transversales. Y ello vale para quienes estudian ingeniería, derecho, medicina, filología o ciencias de la educación, por citar algunas carreras, porque la función formadora de la universidad debe trascender la estricta y reducida formación técnica que reciben los estudiantes de una carrera concreta.

Por ello nos parece de extraordinario valor formtivo el programa transversal que impulsa el Centro de Estudios Ibéricos ubicado en Guarda, en colaboración con las universidades de Coimbra y Salamanca. Una parte del mismo es el concurso denominado "fotografía sin fronteras", que se organiza todos los años, y que se expone en diferentes ambientes universitarios para sensibilizar a todos los agentes de una facultad, centro de investigación o servicio de una de nuestras universidades. Es un ejemplo visible de buenas prácticas de universidad transversal, que busca el encuentro y no la distancia ni la separación, ni mucho menos la percepción de un nacionalismo rancio.

El catálogo que se edita es sencillamente precioso, y en él quedan inmortalizadas imágenes del mundo, cargadas de dolor, de afecto, solidaridad, en las que viven, vivimos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Paises, escenas de la vida cotidiana, caras llenas de las arrugas del trabajo y la explotación, espacios de alegría, niños de la guerra, deben formar parte de la formación profesional y humana de una persona que se forma en la universidad. De ahí el interés formativo que encierran estas actividades, y la senda que trazan hacia un tipo de universidad y de sociedad más solidaria y transversal.





 



 

 
 
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